martes, 21 de septiembre de 2010

Divinos de vinos


Una mirada asesina cruza la sala y me da de lleno en la cara. La francotiradora es Gertrudis y mi imperdonable delito es hablar con Pedro durante la charla, qué digo charla, torrente de erudición etílica, sobre los misterios de la copa de vino que nos estamos echando al coleto. Gertrudis es una tía recia. Adusta. Sobria. No necesariamente fea pero con el rictus de su rostro se podrían hacer caretas de Halloween. Sin duda, implicada hasta las cejas con la bodega familiar. Habla del vino con firmeza, con la seguridad de un talibán hablando de Alá. Y nos mira con una gesto, mitad didáctico, "voy a enseñar la luz a estos ignorantes"), mitad despectivo("estoy perdiendo el tiempo con estos sorbe-kalimotxos).

-Como decía- continúa sin dejar de mirarme -pueden apreciar en sus copas colores violáceos y de tierra.

Yo y otros doce sorbe-kalimotxos miramos ansiosos nuestras copas sin ver más que un rojo chillón. Ordeno a mi cerebro que, por su padre, me encuentre los tonos violáceos que la Gertru lo va a notar en mi jeto y me corta los huevos. Por suerte, noto las mismas caras en el resto del grupo visitante. Me apuesto tu brazo derecho a que nadie veía nada. A pesar de eso, algunos ponen cara de "aha" pero no ven una mierda. El peor de todos es Borja Mari (seguro que se llama así). Luce una camisa impecablemente blanca y unos zapatos que costarán más que mi coche. Pero lo peor es la sonrisa bobalicona, sus aires de sapientín y cómo le ríe las gracias a la profa. Dios, qué grima da.

Sole se acerca la copa a la boca. Se deleita.
-La primera cata es nuestro cosechero.
-Mmmm, fuerte, con cuerpo, vigoroso, levemente afrutado. Pueden probarlo.

Cogemos la copa con suavidad, como quien coge una florecilla del campo, como si supiéramos de esto, vamos. Borja Mari no puede resistirse y pone la copa en dirección a la luz y le da unas vueltas. Asiente con la cabeza. Con gusto le retorcería el cuello.

Doy un sorbo. ¡Su puta madre!, vino peleón de la peor estofa.
-Noten ahora el aroma a tierra, el cuerpo.
Yo noto un ardor que me sube por la garganta. ¿Nos ha dado vino peleón? Estoy por pedirle gaseosa pero igual es mi sangre lo próximo que escancia así que me reprimo.

-Un cuerpo profundo.
...Un cuerpo podrido

-Es un vino joven, lo habrán notado.
...Es Mike Tyson hecho vino, desgraciada.

Un imperturbable "sbirri" nos sirve con gesto gélido la segunda copa.
Este es un vino afrutado, jovén, juguetón.
-Joder, afrutado, he probado mostos más amargos que esta cosa. Pero sí, juguetón sí que me voy poniendo, que son ya unos cuantos los cazos de vino que nos vamos trincando.
Borja lo paladea como si fuera zumo de angulas y su sonrisa se vuelve cada vez más beatífica y odiosa. Lo peor es que el resto del grupo está también en proceso de abducción y asienten cada vez con más ganas a la perorata de esta especie de Doña Simona.

Se hace el silencio,
-Y por último, la joya de la corona; nuestro reserva especial.
El sbirri llena nuestros vasos y miramos la copa expectantes.

-Es el resultado de una delicada selección de uvas frunchen y jonchen (o algo así) que dan como resultado esta pequeña maravilla; de cuerpo recio, sereno, elegante. Una joya que no sé si todos serán capaces de valorar en su auténtico valor. Y me mira, claro.

Levanta la copa. En ese momento, un rayo de sol cruza el ventanuco y cae directamente sobre la copa (bueno, igual empiezo a padecer el efecto del alcohol...)
El grupo mira la copa como si fuera el maná.

- Abrid vuestras papilas gustativas, llenaos de su esencia, viajad por los mundos que os va a abrir,

El grupo está totalmente abducido, todos miran enajenados la copa, todos abren los ojos. ¡Qué decir de Borja Mari que parece sufrir algo a caballo entre una erección etílica y un ataque de epilepsia.

Yo quiero ser como ellos, ordeno a mis papillas gustativas que abran las compuertas, me saco el bonobús para viajar a otros mundos. Y echo un trago al líquido mágico ese. Joder, no es más que.....vino. No es como para echarle gaseosa pero tampoco como para pedirlo en tu última cena antes de tu ejecución.

El Grupo entra en éxtasis, algunos emiten un: ohhh!, otros asienten con la cabeza.
Yo quiero integrarme. Igual es que no lo he probado lo suficiente: echo un trago considerable. Me atraganto. La mitad de mi copa sale despedida por la boca y la otra por la nariz. Juro que no fue premeditado pero veo como el chorro impacta contra la inmaculada camisa blanca de Borja Mari, que sale de su éxtasis etílico y mira estupefacto el estropicio.
Yo suelto un torpe perdona, tío o algo así.

El Grupo me mira alucinado, como si se hubiesen despertado de un sueño. El climax se ha roto. Gertrudis me regala la mirada con más veneno y más odio de su extensa colección de miradas. Le he jodido el chiringuito.
Recogemos los bártulos y vamos desfilando. Lo que era El Grupo se convierte en el amasijo de peronas sin nombre que éramos al principio.
Yo salgo el último y le felicito a Gertrudis... por su cosechero. No me quedo a esperar su respuesta.

Joder, cuánta tontería empieza a haber con el mundo del vino.